viernes, 28 de agosto de 2009

Carta a mi padre... Ninfa duarte



En tu recuerdo querido papá y como homenaje póstumo, estoy tratando de pegar en estas páginas, los trocitos esparcidos de un pasado que no termina, a pesar del tiempo implacable y el olvido que acecha en cada esquina.

Este será un bosquejo del retrato de “Tata”, simplemente; amigo y compañero, poseedor de una dignidad sin aspavientos; sencillo, noble y generoso. Así es como te veo siempre. Estas son letras que nunca leerás, pero que servirán para reunirnos y recordarte con ese infaltable moñito negro al cuello o el pañuelo de seda en el invierno, acompañando tu risa franca y abierta, contagiosa, de quien aprendió, andando la vida, a aplastar sus desengaños con limpias carcajadas.

Son mis palabras unidas a las tuyas las que irán mostrando al mundo el perfil de “Un hombre-amigo”, que fue mi padre, pepitas que como pequeñas estrellas remedando lámparas de ninfas lloronas, irán buscando en la oscuridad de mil memorias, atisbos del pasado, para traerlos hasta este presente de orgullo filial y herencia de justicia; de noblezas y recuerdos mojados en llanto.

En estos días, papá, he estado apartando recortes que te nombran y me sonríes desde las páginas amarillas de viejos periódicos; sobre mi mesa de trabajo, te veo como unos años atrás y me acompañas en este sueño…

He decidido dictar Cátedra sobre Ciriaco, desde donde retumbará el eco de tu lucha en bien de la clase obrera paraguaya y te desbordarás (como lo hacías) impetuoso y libre cual manantial inagotable, en palabras que estoy aprendiendo a pronunciar.

El día que callaron las sonatas del viejo piano de nuestro humilde hogar y se vistieron de luto las corcheas… ese día tu voz enérgica se elevó por sobre los silencios para dictarme palabras con que construir este retrato hecho de recuerdos a medida que se iban hilvanando las estrellas… entonces, mis ojos se aguaron y me obligaron a esperar.

En estas entrevistas, que hoy vuelven a mi, muestras tu estirpe de caballero y tu elegancia de expresiones justas, prudentes, pero directas y contundentes, mientras se reviven momentos grandiosos que ya son parte de la historia.

¡Ciriaco, pese a quien pese… eres Historia!

“El viento arrastra las palabras sin dejar huellas” me decías, “Las verdades debemos gritarlas mirando de frente, olvidando los tiempos de miedos callados, aunque nos lleguen muy delgadas las brisas de justicia”…

¡Cómo olvidar estas enseñanzas papá? Por eso las estoy imprimiendo para resguardarlas del viento y el olvido.

Hoy mis palabras enredadas solo sirven para alimentar el fuego del amor familiar que venera tu nombre Ciriaco… porque hemos jurado contar a nuestros hijos, tus nietos, la medida del líder que fuiste en vida. No sé si lo lograré, pero intentarlo es para mi un desafío.

Te pido mil perdones por intentar minimizar tu imagen hasta convertirla en garabatos; mira sólo, papá, el gran amor de que van impregnadas y verás entrelíneas el mundo mágico y honrado que aprendí de ti.


Con amor
tu hija Ninfa


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